Heriberto Yépez/ Laberinto
En un foro me preguntaban ¿cuál es el principal fenómeno de la literatura latinoamericana actual? Mi respuesta es ruda: vivimos el fin de la literatura latinoamericana.
Como tal, la literatura latinoamericana no existía antes del siglo XX, en que se consagró la creencia colectiva de que escribir novela, ensayo o poesía era parte de un proyecto de Nuevo Mundo. “Los Nuestros”. Esa voluntad apareció con el fortalecimiento de las literaturas nacionales, el indigenismo y los idearios revolucionarios. No sólo hablo de la novela de la tierra sino sobre todo de la poesía a partir de Huidobro, Neruda y Vallejo.
Aun la filosofía —más “universalista”— se sumó al proyecto. A modo de pregunta. En ese momento se creó la única buena filosofía que tenemos, cuya cima es mexicana. La “literatura latinoamericana” o “hispanoamericana” se concibió como parte de un plan bolivariano. Borges, europeizado, por cierto, terminó descreyendo de él. Empero, se convirtió en su nacional-cosmopolitismo.
La idea terminó de cobrar forma en los sesenta y setenta.
El boom creyó en esa utopía. Fue su portavoz.
Las generaciones posteriores desearon repetir el hit comercial del boom pero no su discurso político. Ese fue el principio del fin. La literatura latinoamericana murió por el “mercado”. Las ideas bolivarianas fueron confundidas con sus últimos portavoces y al canonizarse, éstas también se oficializaron, desprestigiándose entre parricidas y novísimos.
Con los ochenta, la escritura en el continente se desizquierdó cada vez más y, paradójicamente, el influjo de la mentalidad española (que acogió editorialmente el proyecto) fue esparciéndose.
En los noventa, la globalización hizo que las ideas americanistas de nuestros escritores pasaran a ser momias egipcias.
¡Incluso Vargas Llosa se volvió español!
Pronto terminará la década bebé de este árido siglo, y la voluntad de escribir en relación con la historia geopolítica del continente fue prácticamente abandonada.
Los neoescritores, desde Gringoméxico hasta el deshielo patagónico, desean ser parte de la literatura transnacional. En México, incluso, no ha faltado quien ha sugerido que ¡volvamos a la literatura española! Abandonar la mente liberal y “revalorar” lo conservador. ¡Viva lo presorjuánico! “¡Joder! ¿Por qué no tuvimos franquismo?”
Los post-boom se relajaron; creció el autocolonialismo. Vuelta a la tercermunditis: calentura de integrarnos al “primer mundo”.
Si esta tendencia sigue, en dos décadas la Gran Novela Española del siglo XXI será escrita en América. Y la mejor anglonovela será firmada por un latino.
La literatura latinoamericana se acabó. La única pertenencia a la que se aspira es la pertenencia al mercado. La creación telúrica, el pensamiento crítico y las fuerzas psíquicas de nuestros escritores se han secado.
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*Heriberto Yépez, nació y vive en Tijuana (México 1974). Es profesor de filosofía en la Universidad Autónoma de Baja California. Ha colaborado en revistas latinoamericanas y estadounidenses en los últimos años, y escrito un montón de libros.
Como tal, la literatura latinoamericana no existía antes del siglo XX, en que se consagró la creencia colectiva de que escribir novela, ensayo o poesía era parte de un proyecto de Nuevo Mundo. “Los Nuestros”. Esa voluntad apareció con el fortalecimiento de las literaturas nacionales, el indigenismo y los idearios revolucionarios. No sólo hablo de la novela de la tierra sino sobre todo de la poesía a partir de Huidobro, Neruda y Vallejo.
Aun la filosofía —más “universalista”— se sumó al proyecto. A modo de pregunta. En ese momento se creó la única buena filosofía que tenemos, cuya cima es mexicana. La “literatura latinoamericana” o “hispanoamericana” se concibió como parte de un plan bolivariano. Borges, europeizado, por cierto, terminó descreyendo de él. Empero, se convirtió en su nacional-cosmopolitismo.
La idea terminó de cobrar forma en los sesenta y setenta.
El boom creyó en esa utopía. Fue su portavoz.
Las generaciones posteriores desearon repetir el hit comercial del boom pero no su discurso político. Ese fue el principio del fin. La literatura latinoamericana murió por el “mercado”. Las ideas bolivarianas fueron confundidas con sus últimos portavoces y al canonizarse, éstas también se oficializaron, desprestigiándose entre parricidas y novísimos.
Con los ochenta, la escritura en el continente se desizquierdó cada vez más y, paradójicamente, el influjo de la mentalidad española (que acogió editorialmente el proyecto) fue esparciéndose.
En los noventa, la globalización hizo que las ideas americanistas de nuestros escritores pasaran a ser momias egipcias.
¡Incluso Vargas Llosa se volvió español!
Pronto terminará la década bebé de este árido siglo, y la voluntad de escribir en relación con la historia geopolítica del continente fue prácticamente abandonada.
Los neoescritores, desde Gringoméxico hasta el deshielo patagónico, desean ser parte de la literatura transnacional. En México, incluso, no ha faltado quien ha sugerido que ¡volvamos a la literatura española! Abandonar la mente liberal y “revalorar” lo conservador. ¡Viva lo presorjuánico! “¡Joder! ¿Por qué no tuvimos franquismo?”
Los post-boom se relajaron; creció el autocolonialismo. Vuelta a la tercermunditis: calentura de integrarnos al “primer mundo”.
Si esta tendencia sigue, en dos décadas la Gran Novela Española del siglo XXI será escrita en América. Y la mejor anglonovela será firmada por un latino.
La literatura latinoamericana se acabó. La única pertenencia a la que se aspira es la pertenencia al mercado. La creación telúrica, el pensamiento crítico y las fuerzas psíquicas de nuestros escritores se han secado.
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*Heriberto Yépez, nació y vive en Tijuana (México 1974). Es profesor de filosofía en la Universidad Autónoma de Baja California. Ha colaborado en revistas latinoamericanas y estadounidenses en los últimos años, y escrito un montón de libros.
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