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sábado, 10 de abril de 2010

I love la narcocultura

Heriberto Yépez/ Hache
Tijuana, México

La revista Proceso publicó una entrevista que Julio Scherer García realizó a uno de los narcotraficantes arquetípicos de México: Ismael “El Mayo” Zambada.
Hace algunos años hablé con el máximo escritor de Tijuana, Jesús Blancornelas, fundador del semanario Zeta. Uno de los temas que tocamos fue la seducción de la frontera hacia el narco. No olvidaré nunca su cara cuando le pregunté si él no se sentía, involuntariamente, el cronista oficial del Cártel de Tijuana.
Como muchos, respeto a Scherer. Pero si uno lee su entrevista algo resalta: quedó seducido por el narco. La portada habla por sí misma. Amor a primera vista.
Scherer habla del narco “como un imán irresistible y despiadado que persigue el dinero, el poder, los yates, los aviones, las mujeres propias y ajenas con las residencias y los edificios, las joyas como cuentas de colores para jugar, el impulso brutal que lleve a la cúspide”.
México está fascinado por el narco.
A esta sociedad le encanta el narco porque representa el PODER ilimitado. La Silla convertida en Chevy.
El narco “desafía” al gobierno. Como todos odiamos al gobierno, la narcocultura, de inmediato, tiene millones de fans.
Pero —he aquí la clave de la narcocultura— aunque el narco parezca oponerse al gobierno, en realidad, lo subsidia. La narcocultura es la fórmula perfecta para adorar al autoritarismo. Los narcos y los padrecitos son símbolos de lo mismo: el patriarcado.
Los sacerdotes católicos son pervertidos. Por eso la gente puntualmente besa sus manos.
Lo mismo sucede con los narcos. Los adoramos porque sintetizan todas nuestras contradicciones. A la vez querer ser santos y criminales, héroes y culeros.
Ciudadanos, periodistas, funcionarios, empresarios, creemos que nos oponemos al gobierno cuando, en verdad, somos su garrote.
“El problema del narco envuelve a millones. ¿Cómo dominarlos? En cuanto a los capos, encerrados, muertos o extraditados, sus reemplazos ya andan por ahí”, dice (estilizado por Proceso) “El Mayo” Zambada.
Los periodistas —como los escritores o artistas— deben traspasar límites morales establecidos. Gracias a ellos debatimos los extremos sociales. Pero, vamos hablando claro, Scherer casi le pide un autógrafo al “Mayo”, dios-sol.
“La conversación llega a su fin. Zambada, de pie, camina bajo la plenitud del sol y nuevamente me sorprende”. “El Mayo” lo invita al Photo-Op: “¿Nos tomamos una foto?”
Scherer, literalmente caliente, comenta: “Sentí un calor interno, absolutamente explicable. La foto probaba la veracidad del encuentro con el capo”.
Según Lacan, el falo representa al poder. En México, el falo hoy lo simbolizan los narcos, poderosos, cabronsotes, ¡Chingones!
Para decirlo con frases que aquí todos comprendemos —desde mi abuelita hasta Scherer— esta cultura está enculada con el narco. A México ya se lo cargó la chingada.

Heriberto Yépez • hyepez.blogspot.com

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