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lunes, 11 de febrero de 2008

¿Eres un timógrafo?


La semana pasada abordé la oclografía —la escritura cretina—; hoy toca turno a los timógrafos: aquellos que sólo escriben para subir de rango.

Platón definía la timocracia como una aristocracia degradada a afán de ganar honores. Aquí por timografía digo la escritura interesada menos en la inteligencia que en la minipolítica.

Los timógrafos aparecen cuando una literatura alcanzó un alto grado de desarrollo. Pero su primera aristocracia muere y los herederos no dan el ancho de sus predecesores. Empero: las alturas alcanzadas han quedado. Las montañas se vuelven alpinismo.

Entonces nace la República de las Letras.

Los mejores no republican. Son espíritus anarquistas, raros insulares o genios dispersos. Lo republicano aparece cuando la tribu deviene canon.

Los timógrafos aspiran a llenar los zapatos de los aristógrafos muertos o mayores.

Si en el mundo extraliterario domina la oclografía, en la literatura internacional (incluida la mexicana) hoy domina la timografía.

El timógrafo quiere “llenar un hueco”. Así se entiende a sí y a los otros. No escribe o lee. Compara.

Los rangos que la timografía detenta y disputa derivan más de revistas que de libros.

O de lo que las revistas timográficas dicen de libros, por voz de sus críticos-canónigos, que a cambio de canonjía se encargan de catedral, absolver y condenar. La timografía no está hecha de ideas propias sino de juicios sobre otros.

La timografía la sostienen más editores que autores. Derivados, epígonos o divulgadores. El timógrafo es el escritor candidato a ocupar un puesto fijado en una oligarquía alfabetizada.

El timógrafo es un acercado al poder. Se crea pera del olmo. Pero en verdad es el colmo de los peros. Cuando Paz escribía en El mono gramático “La degeneración consiste en que la sociedad repite infinitamente la imagen del Jefe” nunca imaginó que este enunciado pasaría a describir perfectamente a los paceanos.

Lo peor de todo es que los timógrafos no son del todo prescindibles. Se trata de gente culta (o en vías de serlo) pero obsesionados con las jerarquías. Enfocan su energía no a construirse a sí (ethos) sino a posicionarse. Son timadores.

Lo que escriben no tiene el ojo puesto en la exploración honda del lenguaje sino en prebendas o directrices para sumar prestigio.

Desperdicio del talento debido a que eres inseguro.

¿Cómo se puede reconocer si uno es un timógrafo? Si la generación más vieja te abrió la puerta. Si tus opiniones tratan siempre de dejar a todos (los de arriba) felices y a los de abajo ninguneados.

Y, sobre todo, si eres parte de una República de las Letras que tú mismo sabes que está en decadencia.

El timógrafo, por ejemplo, dirá que timógrafo nada más es un neologismo.

2 comentarios:

La vida de los otros dijo...

Ay sí, cuándo ha realizado Yépez una "exploración honda del lenguaje". Cierto que no dice que éste sea su cometido pero eso es, de algún modo, como escupir pa'rriba. Yépez podrá tener razón en muchas cosas, pero con 18 parrafitos no puedes ser ni tan hondo en el lenguaje ni "dar el ancho".

¡Puros neologismos!

Anónimo dijo...

adentro!

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