Las vacaciones en casa de mis abuelos no terminaban luego, pero a mí me urgía irme. Tomé mis cosas el sábado, muy temprano, porque el viaje hasta San Cristóbal es de ocho horas. De Bejucal de Ocampo a Motozintla, y de ahí, de combi en combi, apretujado, hasta un bar de esos que abundan en San Cristóbal para ver tocar a Real de Catorce.
Después de unas llamadas telefónicas, cerca de la cruz, en el centro de la ciudad, conseguí un boleto para el concierto. Me lo revendieron bien caro, aunque en esos momentos de furor, y con unas ganas enormes de embriagarse de azul, a nadie le importa (...)
Después de unas llamadas telefónicas, cerca de la cruz, en el centro de la ciudad, conseguí un boleto para el concierto. Me lo revendieron bien caro, aunque en esos momentos de furor, y con unas ganas enormes de embriagarse de azul, a nadie le importa (...)
(leer texto completo Ucronía 72/Vladimir González)
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