entre momo, catana y tu risa

clarea la noche. ya no hay fut en la televisión. he leído 48 páginas de momo, libro chingón de michael ende. momo es una niña con la cara y los pies sucios, que no tiene familia, ni juega con barbies, ni tiene televisión, pero sabe escuchar el diálogo de las estrellas, de la lluvia y lo màs complicado, de la gente. pero momo volverá a mis ojos hasta mañana. ahora escribo. fondea mi cuarto rafael catana con ese su disco de trenes y carreteras y polvo en los labios que acabo de recuperar. vaga el calor entre estas paredes. aún cuando abro totalmente la ventana no se filtra un halo de aire. y el cabrón ventilador ya no da vueltas como antes. hoy no llovió. no salió el arcoiris. y no vi la luna cuando salí a comprar los diez pesos de pan. quizá por eso estoy así. todo hambriento. pegajoso. exasperado. y sin ganas de atrancar la mirada y abordar el sueño. prefiero perderme. entre palabras que escurren y se precipitan por mis manos. que vienen de no sé donde chingaos. del estómago quizá. de la garganta quizá. de la nada quizá. de tu risa quizá. sí, ha de ser de tu risa. del rulo de colores que deslizas cuando muestras tus dientes y se remarcan las venas de tu cuello. ese jaja que viene de algún lugar donde sólo habitan niños con buenas intenciones, de alguna calle que no ha sido pisada por la soledad, del alma ha de ser. y así, cómo dormirme. cómo apagar la mirada. prefiero abrir más y más los ojos para que pase la madrugada y sus adoptados hijos. los quejidos de los gatos. la saliva de los amantes. la droga de los cuates. la mugre de los locos. el perfume de las prostitutas. las manos del violador. el eco de las ambulancias. los cometas. los ladrones. el velador. los proxenetas. tu cuerpo desnudo. tu grito excitado. todo esto mientras catana sigue su canto repetitivo: borracho en la azotea de mi casa y pensando en ti, borracho en la azotea de mi casa y pensando en ti, borracho en la azotea de mi casa y pensando en ti. ¡qué chida canción¡ sí dan ganas de ir por unas cervezas, apagar la luz, subir la escalera y nunca cerrar los ojos.

/jesús hernández flakko