Llegas al lugar accidentalmente vestido con los colores del partido político. Chin. El lugar es un cine, el “Alameda”, la función: “El caldo ya está gordo”. Sinopsis: a unos días de la elección de gobierno, muchas personas movilizan a otras a través de promesas económicas y/o materiales con la intención de agradar a su jefe, que tiene un jefe, que a su vez tiene un jefe que tiene un jefe que hace lo propio por conseguir la mirada benevolente, el abrazo, la felicitación de El Candidato –y con ello, mínimo, una diputación plurinominal.
La convocatoria al evento ha sido extensiva a las colonias de Tuxtla; “la estructura de carne y hueso, con nombre y domicilio” que alardea el dirigente nacional hace acto de presencia para recibir tortas, refrescos, gorras y playeras. Apenas cruzas la entrada y ya tienes en las manos un cilindro para portar agua; reconoces que es agradable la sensación que te produce un regalo, sobre todo si es una chica bonita quien lo remitente… pero sabes que es un truco, un placer momentáneo y que nada puedes esperar del partido político (de ninguno), los hechos han demostrado que son mentirosos, saqueadores. Además -entra el candidato con su séquito- es absurdo: ¿quiénes se creen esos sujetos que caminan abriéndose paso mientras todos nos apretamos?
Pero asumes tu trabajo: fotografías las pancartas, las personas de pie y las que platican tomando refresco. De acuerdo a sus estratos (primero municipales, luego estatales) los militantes se turnan para “animar” a los asistentes gritando el apellido que más les conviene formando curiosas cacofonías, alternadas con los clásicos chillidos de micrófono; fotografías la angustia de sus rostros porque “talvez no desayunaron y por eso no gritan fuerte”. Jajaja.
Lo que sigue del acto es lo de siempre, un amigo reportero te ha dicho que le consta que es el mismo discurso, no las mentiras de siempre, sino ¡cínica y literalmente el mismo discurso! Como sea tienes que lidiar con el guardia de seguridad para que te permita fotografiar cuando el candidato levante los brazos, sonría exageradamente y se autoproclame victorioso. Los colores de tu camisa colaboran para que sin problemas el guardia te permita continuar con el trabajo.
Termina el evento. A una cuadra, en el parque Santo Domingo, los empleados, de los empleados del empleado, del empleado (…) pasan lista a los colonos, y en tu estómago el desayuno se revuelve cuando escuchas una discusión: “¡no!, las (señoras) que recibieron gorra y playera, ya están pagadas”.
Caminas de regreso al periódico entre grupos cada vez menos densos de personas y aventuras una hipótesis: en el sistema de democracia representativa se practican dos tipos de acarreo, el comprensible: voto a cambio de poder, dinero o productos; y el otro: voto por ignorancia, inducción y miedo: “tu rock es votar”.
Como sea, tratas de mantener la calma, porque sabes que alguien más en el mundo también trata de que todo esto tenga remedio ¿no?
La convocatoria al evento ha sido extensiva a las colonias de Tuxtla; “la estructura de carne y hueso, con nombre y domicilio” que alardea el dirigente nacional hace acto de presencia para recibir tortas, refrescos, gorras y playeras. Apenas cruzas la entrada y ya tienes en las manos un cilindro para portar agua; reconoces que es agradable la sensación que te produce un regalo, sobre todo si es una chica bonita quien lo remitente… pero sabes que es un truco, un placer momentáneo y que nada puedes esperar del partido político (de ninguno), los hechos han demostrado que son mentirosos, saqueadores. Además -entra el candidato con su séquito- es absurdo: ¿quiénes se creen esos sujetos que caminan abriéndose paso mientras todos nos apretamos?
Pero asumes tu trabajo: fotografías las pancartas, las personas de pie y las que platican tomando refresco. De acuerdo a sus estratos (primero municipales, luego estatales) los militantes se turnan para “animar” a los asistentes gritando el apellido que más les conviene formando curiosas cacofonías, alternadas con los clásicos chillidos de micrófono; fotografías la angustia de sus rostros porque “talvez no desayunaron y por eso no gritan fuerte”. Jajaja.
Lo que sigue del acto es lo de siempre, un amigo reportero te ha dicho que le consta que es el mismo discurso, no las mentiras de siempre, sino ¡cínica y literalmente el mismo discurso! Como sea tienes que lidiar con el guardia de seguridad para que te permita fotografiar cuando el candidato levante los brazos, sonría exageradamente y se autoproclame victorioso. Los colores de tu camisa colaboran para que sin problemas el guardia te permita continuar con el trabajo.
Termina el evento. A una cuadra, en el parque Santo Domingo, los empleados, de los empleados del empleado, del empleado (…) pasan lista a los colonos, y en tu estómago el desayuno se revuelve cuando escuchas una discusión: “¡no!, las (señoras) que recibieron gorra y playera, ya están pagadas”.
Caminas de regreso al periódico entre grupos cada vez menos densos de personas y aventuras una hipótesis: en el sistema de democracia representativa se practican dos tipos de acarreo, el comprensible: voto a cambio de poder, dinero o productos; y el otro: voto por ignorancia, inducción y miedo: “tu rock es votar”.
Como sea, tratas de mantener la calma, porque sabes que alguien más en el mundo también trata de que todo esto tenga remedio ¿no?
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