Cuando se habla de minorías se fijan identidades políticas en circunstancias de un consenso geográfico que obliga el discurso social. El discurso, más emoción que proyecto, más aire contenido que compromisos compartidos, considera en 'su' proceso histórico la (única) definición básica de conciencia.
Por supuesto se negocia, se subroga y por subsistencia inventa estructuras y procesos en pro del fortalecimiento económico por memoria y papel activo (colectivos, les dicen). Y en la medida que objetivos y retos, en su carácter jurídico siempre estén a punto de disparar la escenografía libertaria como quien acumula panfletos, discursos, fetiches y artistas con temperamentos guerrilleros (alturas verdaderamente difíciles de alcanzar), los movimientos feministas, gays, ecologistas, neoindigenistas anteponen reclamos, odios y quizá, centímetros donde destila la tolerancia (tan parecida a la Coca light); discursos comunes que conforman descripciones minuciosas para definir y ubicar movimientos similares, de seguidores que no deformen el negocio de la utopia.
Si todo parte de la difusión (la zona residencial de las ideas), tales borloteros sólo buscan la estabilidad de 'su minoría', carruseles de adultos para adultos cuya mayoría de edad propicia la vulnerabilidad de los niños, tratados por los movimientos gay, zapatista y feminista para 'el desarrollo interno' de candidaturas, peticiones y demandas (en su mayoría económicas).
Y la niñez, que suma poco para la resolución de tales efectos, expira en los límites de lo mínimo, en el retroceso incontralado de las ideas de un Chiapas enfermo de causas que comparten razas, preferencias y edades únicas no como aportaciones sino como simples detonadores.
Por supuesto se negocia, se subroga y por subsistencia inventa estructuras y procesos en pro del fortalecimiento económico por memoria y papel activo (colectivos, les dicen). Y en la medida que objetivos y retos, en su carácter jurídico siempre estén a punto de disparar la escenografía libertaria como quien acumula panfletos, discursos, fetiches y artistas con temperamentos guerrilleros (alturas verdaderamente difíciles de alcanzar), los movimientos feministas, gays, ecologistas, neoindigenistas anteponen reclamos, odios y quizá, centímetros donde destila la tolerancia (tan parecida a la Coca light); discursos comunes que conforman descripciones minuciosas para definir y ubicar movimientos similares, de seguidores que no deformen el negocio de la utopia.
Si todo parte de la difusión (la zona residencial de las ideas), tales borloteros sólo buscan la estabilidad de 'su minoría', carruseles de adultos para adultos cuya mayoría de edad propicia la vulnerabilidad de los niños, tratados por los movimientos gay, zapatista y feminista para 'el desarrollo interno' de candidaturas, peticiones y demandas (en su mayoría económicas).
Y la niñez, que suma poco para la resolución de tales efectos, expira en los límites de lo mínimo, en el retroceso incontralado de las ideas de un Chiapas enfermo de causas que comparten razas, preferencias y edades únicas no como aportaciones sino como simples detonadores.
-luis daniel pulido
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