pintura: josé domingo flores
Esa niña me queda viendo. Con sus ojos miel y sus mejillas regordetas. Voltea a ver a su mamá. La niña vuelve su mirada una vez más a mi harapienta silueta. Ahora, decidida, entusiasmada, saca un moco de su nariz. Me lo enseña triunfal. Yo muy serio e insolente introdúzcome el índice en mi fosa nasal derecha. Y le muestro, vengativo, el moco. Ella es un explosión de risas: destellos caen de su piel. La niña se ha ido con su madre. Ha sido lo mejor que me ha pasado en el día.
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