glaucoma: nota roja

Glaucoma es una revista temática editada en Hermosillo, Sonora, que el camarada Alonso Castillo envió al correo y nos tomamos la libertad de hacerla pública aquí sin previo aviso. Se trata de un tomo de 40 páginas donde textos, imágenes y un diseño maldito dan testimonio desde distintas perspectivas de la cercana, escalofriante y no-apta-para-carnalitos subcultura gore en su modalidad de nota roja.

Supuestamente puedes descargarla aquí en formato PDF; si no, intenta aquí. Como último recurso suponemos que puedes solicitarla directamente con Alonso Castillo en clanfoto@hotmail.com


(Hemos tenido problemas al compartir archivos PDF, si tú sabes de una forma eficaz, práctica y GRATIS de hacerlo... saca, explica, móchate ¿no?)

Necrofilia. El gusto por la nota roja

Una pierna cercenada de mujer en primer plano y, en el fondo, una caja de cartón que contiene el torso y la otra pierna, también seccionada, pero sin rastros de los brazos ni la cabeza. ¿Qué experimenta el lector frente a esta imagen? Primero, el asombro que rompe su rutina, luego la atracción, la curiosidad y la pregunta sobre la historia que subyace detrás del crimen. Tras conocer los detalles del hecho ocurre un proceso de identificación, de autorreconocimiento --en cuanto a que el cuerpo es el de un ser humano como él-- con la víctima y el victimario.

Respecto a la víctima siente alivio al pensar que haya sido otro y no él, pero el interés aumenta si el crimen ha ocurrido en su colonia, en su calle, en su círculo social o laboral, a un conocido o en un lugar conocido, pues la muerte estuvo cerca de él y ha sobrevivido.

¿Por qué pagamos por arrojarnos del bungee o por ver una película de terror?, simple: por placer. Nos gusta sentir miedo, vértigo, sobresalto, taquicardia, escalofríos, pero con la seguridad de que se trata de una situación bajo control, artificial, disfrutamos que el peligro y el riesgo de muerte nos acaricie, pero que no nos aniquile.

Con la nota roja nos enteramos que la muerte estuvo y está cerca, pero esta vez eligió a otra persona. Es un miedo real, no fabricado, pero igualmente disfrutable y catártico, pues es pasado.
Entonces, por la víctima y por los deudos sentimos pena, solidaridad y compasión (un ejemplo claro es la reacción de una persona totalmente ajena a la víctima en la vía pública que prende una veladora, cubre el cuerpo con una sábana y le dedica un Padre Nuestro, sentimos que le adeudamos algo al muerto y que le debemos retribuir, y en tanto es “difuntito” merece todo nuestro respeto, aquí queda claro que el mexicano nunca se burla de la muerte, sino que la venera profundamente --La Santa Muerte, La Niña Blanca-- la muerte es celebración en el más amplio sentido de la palabra), mientras que del victimario nos asombra su maldad y nos preguntamos cómo un ser humano es capaz de llegar a ese extremo (El Asesino de Ancianas), ya que en nosotros, como seres humanos, esa perversión existe en nuestro lado oscuro (el voyeur, la parafilia) aunque en estado latente, sabemos que tenemos la misma capacidad, pero la sublimamos a través de la nota roja.

Sin embargo, cuando la muerte es producto de un accidente, entonces el verdugo es el sino, la fatalidad, una fuerza maligna que acecha en todo momento. Volvimos a sentir miedo: hoy no me tocó, mañana quién sabe. (Tsunami, Pakistán, Katrina, Stan, Wilma...la nota roja a nivel macro y en tiempo real).

-Arturo Sánchez

(pág 32 · GLAUCOMA)